jueves, 28 de mayo de 2009

El sufrimiento.

En cualquier esfuerzo por romper una adicción lo primero que hay que lograr es que la persona entienda y reconozca el problema. Estas son consecuencias directas de TODA adicción, beneficiosa o destructiva. Esta misma dinámica opera a nivel individual en nuestras relaciones personales. Estamos “programados” a reaccionar ante el dolor.
¡Decimos que queremos ser felices, pero la felicidad nos aburre!
Si entendemos que, consciente o inconscientemente, cada persona es responsable de todo lo que experimenta en su vida, entonces es fácil ver que atraemos a nuestras vidas el dolor porque nos excita y motiva. Esta realización nos deja con dos alternativas: aprender a recibir igual estímulo de la felicidad, o aprender a asimilar la motivación hacia cambios que nos ofrece el dolor lo más rápido posible para no perpetuarlo.
La primera alternativa es un proceso largo y lento de evolución emotiva. Tengo la firme convicción que gradualmente todo individuo aprende a ir rechazando el dolor para crecer con motivaciones positivas, no negativas. Eso nos deja con la segunda alternativa: aprender a no perpetuar el dolor en nuestras vidas. ¡Ojo! No estoy hablando de aprender a ELIMINAR el dolor, sino a NO PERPETUARLO. ¡Lo interesante del caso es que si permitimos que el dolor en nuestras vidas sea CONSTANTE, también eso impide nuestra evolución personal y emotiva.

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